Después de que pasan por el país, los turistas de Europa, Estados Unidos y Canadá colocan el contacto con la gente como la mejor parte de su experiencia.
Esta no es la común especulación colocada en las propagandas oficiales y en la publicidad del sector privado, sino el resultado de una investigación realizada a solicitud del ministro de Turismo Francisco Javier García.
“Cuando llegué al ministerio lo primero que hice fue ordenar una estudio para saber por qué los extranjeros preferían esta nación”, recuerda el funcionario que encontró a la calidez de los dominicanos y dominicanas como respuesta.
Hoy, con un flujo cercano a los 4 millones de visitantes por año, la industria turística mantiene anuncios de multimillonarias inversiones en nuevos complejos habitacionales e infraestructuras de acceso y servicios, mientras su principal activo se mueve de manera espontánea por los alrededores de los enclaves, entregando gratuitamente saludos y amables atenciones.
“Por las condiciones ambientales, históricas y hasta culturales, el dominicano es dinámico y receptivo. Siempre tiene una sonrisa”, señala Lissette Gil, especialista de la Alianza Dominicana para el Turismo Sostenible (DSTA).
Su experiencia con proyectos comunitarios de diferentes puntos de la geografía nacional le permiten asegurar que los planes de desarrollo turístico no han incluido el aprovechamiento de la personalidad y las costumbres de la población, cuando estás características pueden explotarse con mayor profundidad para agregar valor a la República como destino.
Gil entiende que la comunidad debe prepararse debidamente para ampliar los acercamientos con los visitantes, de manera que éstos puedan tener un verdadero contacto con las cosas esenciales de la dominicanidad.
“Cuando se da el acercamiento con los elementos esenciales de la cultura haces al destino mucho más competitivo”, considera la especialista.
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